miércoles, 7 de noviembre de 2012

La firma invitada - Encefalograna plano

Un artículo de J.Carlos Carrasquet - @jcarrasquet
Hace poco recibí una crítica sobre la calidad de mis últimos post. Hablaba de que me había vuelto algo repetitivo y fanático en cuanto a mis valoraciones de la dupla Barça y Madrid, y que había perdido la objetividad en algunos de mis comentarios. Concretamente se me criticaba cierta fijación, a la vez que crispación en el momento de opinar sobre Mourinho y su compatriota Cristiano Ronaldo.

Repasando los post publicados el mes de octubre, y los escritos desde el inicio de esta Liga, puede que el lector que me hizo llegar ese comentario tenga parte de razón, en cuanto a la primera de sus afirmaciones. Y es que uno de los motivos que me llevo a abrir este espacio, a parte de un experimento profesional ya finalizado, fue el subidón que me producía cada partido del equipo que creo Josep Guardiola.

Un equipo que, en sus primeras tres temporadas llegó a practicar un fútbol cómo ya jamás había creído que se podía jugar. Era indiferente el rival, no importaba la competición, daba igual la clasificación. Cada partido azulgrana era una exhibición de precisión, pase y control, presión, y acciones espectaculares que hacía que la agenda del fin de semana se moviera en función del horario del partido del Barça.

Ahora, he de reconocer que esa pasión ha disminuido, y que con la marcha de Pep, y el inicio de Tito Vilanova como entrenador me ha dejado huérfano de esas ansías por sentarme delante del televisor. Sólo un buen post es posible, si éste se realiza desde la pasión y la necesidad de comentar algo insólito. Sólo un buen relato nace, después de haber observado y vivido algo único. Ahora, después de dos meses de competición, y con el mejor arranque liguero del Barça en toda su historia, a pesar de los números, no logro enchufarme al equipo ni a los partidos.

Supongo que cualquiera que haya llegado hasta aquí en la lectura de este artículo me tachará de pesimista o de sacrílego. ¿Pero que está diciendo este tío? Líderes absolutos de la competición liguera, con un pie en los octavos de final de la Champions, y solventado con crédito el primer duelo copero, y va y nos cuenta que el Barça no le pone. A ocho puntos del Madrid, viendo como Messi se dirige con paso firme hacía los mejores números de la historia que un goleador haya registrado jamás. Observando como partido a partido el equipo parece hacerse casi invencible, y va y este tío nos cuenta que la pasión le desaparece….

Pues sí, y es que exceptuando el primer partido de los azulgranas ante la Real Sociedad, todavía no he podido ver en acción aquel equipo explosivo que no hace tanto me hacía disfrutar en grado sumo. Ahora observo los partidos como trámites, que de noventa minutos en noventa minutos transcurren cual tedioso día en la oficina. Partidos casi repetidos ante las arcaicas tácticas defensivas que los rivales presentan, siendo ya independiente si el encuentro es en el Camp Nou o en cualquiera de los feudos visitantes. Partidos con ciertos minutos de presión y vivacidad, que dejan paso a largos minutos de control y juego horizontal sin apenas nada que reseñar. Partidos que se solucionan a base de chispazos y genialidades que dejan con la boca abierta, pero que adolecen de esa continuidad que te hacia quedarte enganchado al sofá, dejando cualquier otra necesidad física para el descanso o el pitido final, no fuera que en ese lapsus de tiempo hiciera que te perdieras algo de lo que arrepentirte.

A todo ello contribuyen también los rivales, y es que exceptuando el Atlético de Madrid, que este fin de semana ha caído en el primer choque verdaderamente exigente, tampoco parece que hoy por hoy el Real Madrid esté para lanzar cohetes precisamente. Perdidos en guerras internas y en ruedas de prensa que poco hacen por analizar el juego del equipo, los blancos, tras un pobre inicio, parecen haber recuperado algo el ritmo de la competición, pero quedan lejos, muy lejos del equipo guerrero y veloz de la temporada pasada. La mejor prueba es su último partido liguero, en el que el balón estuvo en poder de forma casi permanente en los pies de los jugadores zaragocistas, que adolecieron de aquello que todavía perdura en las botas de los merengues: el acierto ante el gol.

Y así, este sábado, después de casi ciento ochenta minutos de fútbol, casi me atrevo a decir que perdí la tarde delante del televisor sin apenas nada que reseñar con notoriedad. Con sólo decir que las portadas del día siguiente estaban el cien por cien dedicadas al nuevo hijo de Messi está dicho todo. Nunca hasta ese día periodismo deportivo y de corazón estuvieron tan conectados. Del resto, el golazo de Villa, los laterales azulgrana, el fallo de Messi, y los goles blancos. Nada que un buen resumen de apenas diez minutos no pudiera incluir.

Y claro, escribir así es mucho más difícil. Y el centro de atención gira hacía otros focos más luminosos, como es esas continuas guerras que tanto les gusta provocar a los portugueses, que parece que se aburren si los periodos de paz se alargan en demasía. Y así, en esa pertinaz propaganda por aupar al siete blanco a unas cotas que para mi le están vedadas, puede que sí, que haya centrado mi atención en demasía hacía un tema algo repetitivo, y que también carece de emoción, cómo es discutir quien es el mejor futbolista del momento. Intentaré corregirme y centrarme en lo futbolístico.

Para ello espero que Tito me saque de este sopor que me ha entrado. Para ello me hace falta ver noventa minutos de auténtica intensidad. Noventa minutos de asedio. Noventa minutos de ritmo desenfrenado. Noventa minutos que vuelvan a activar mi cerebro, y lo alejen de esa especie de letargo que haga que los partidos transcurran de forma somnolienta y sin apenas alteraciones rítmicas. Noventa minutos de encefalograma plano.

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