Un artículo de David Aparicio - @Banquilleros
No existe nada más valioso en la vida, que la vida misma. Tito Vilanova se enfrenta estos días al partido más duro e importante de su existencia, pero no lo hace solo. Su familia le arropa en la intimidad. Son las velas de un barco en las que él siempre maneja el timón con pulso firme. El mundo del fútbol, el viento que hincha las lonas de ánimo y esperanza. Una travesía en la que no habrá colores, ni bandos, ni zamarras. Un viaje de luz, de anhelo, de energía vital.
El Barça, como entidad, ha sabido estar a la altura. Normalidad y coherencia. Roura, el segundo hasta la fecha de Tito Vilanova se hará cargo del equipo hasta que el míster se encuentre plenamente reestablecido de su enfermedad. Tampoco él estará solo en esa labor. El staff técnico al completo y una plantilla más unida que nunca, le secundarán en este periodo. La filosofía de juego, el estilo, la identidad, los conceptos futbolísticos, están tremendamente arraigados en el subconsciente de los futbolistas. Aquí ya todo el mundo sabe lo que tiene que hacer y como lo tiene que hacer. Un know how de valor incalculable que se revaloriza en situaciones como la actual.
Roura y su equipo tienen como misión velar para que no se produzcan variaciones en el rumbo ni en la velocidad de crucero alcanzada. Brújula y tutela. Sentido común y continuismo. Nada más. El resto corre a cargo del virtuosismo y solvencia de los que se visten de corto. Los pesos pesados de la plantilla, que no son pocos, darán un paso al frente. La motivación será máxima. También eso hay que saber gestionarlo. El objetivo, que Tito se encuentre las cosas tal como las dejó. Ese sería el mejor regalo que podría brindarle una plantilla que nunca defrauda.
Es en la dificultad donde emerge el carácter. La familia azulgrana y en general, el mundo del fútbol han demostrado que la humanidad está muy por encima de las rivalidades mal o bien entendidas. Hoy todos somos Tito.
