miércoles, 31 de octubre de 2012

La firma invitada - Los dos reyes y los dos laberintos

"El hombre que puede, es rey"
-Thomas Carlyle-

Un artículo de Joseph Lara Abán - @SoldadoDeLee

Hubo un rey que mandó a construir un laberinto perplejo y sutil, un lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas; escaleras y muros; muchas puertas y mucho bronce. Lo construyó no solo para perder a quienes osaban adentrarse en él, sino también para demostrar su poder y así amenazar a los que insinuaran discutirlo.


"Agruparse y compactarse"
El Barça ni se acerca a la mitad de la temporada y ha visto lo que le espera: laberintos y más laberintos. Aquel rey babilonio, entonces neroazurro, que ordenó construir semejante obra, confusa pero eficaz, le ha legado a la posteridad, a magos y arquitectos, una de las construcciones más nocivas al espectáculo futbolístico: agruparse y compactarse como un mazapán. Aunque hay que decir que no bastan dos líneas que cierren los pasillos interiores cerca del área propia, un lanzador y un referente que en la zona alta pueda recibir o hacer una pared con alguna sombra y correr y correr; el laberinto exige un sacrificio mayor: el espíritu, el compromiso de los jugadores para asegurar el cerrojazo, todos o ninguno. Dependiendo del plantel y los egos a unos les duele más que a otros ser parte de este planteamiento, pero para los técnicos es cuestión de sentido común si les toca enfrentar al Barça, sobre todo cuando se carece de recursos; además, por mucho que no guste, es una forma válida de jugar al fútbol.

La temporada pasada un rey se cansó de vagar por esos laberintos. Sus últimos días transcurrieron sin el favor de la divinidad y sin las herramientas necesarias; y tal como lo presintió, no volvió a ver la luz. Su peor momento (jugadores lesionados, un par en adaptación y algunos en horas bajas) fue frente al Chelsea, la impotencia le dejó vacío; empates y derrotas en territorio vasco o navarro advirtieron ese final. Los rivales se jugaron la vida en cada partido, arrancarle la sonrisa al mejor equipo del mundo era la consigna y a pesar de eso el Barça siempre fue leal a sí mismo; rara vez Guardiola apuró al equipo, entregándoles al desenfreno. Pero de tanto mecer el campo quedaron en evidencia al final de esa temporada: se habían hipnotizado a sí mismos. El equipo se atascaba en la zona central y lo que se ha llamado el habitad Messi se enturbió; no obstante, no se frenó la progresión del genio argentino en su nueva faz, la de goleador absoluto, pero el equipo ya estaba desangelado y tuvo que ver a otros coronarse en las competiciones más importantes.

Hoy hay un rey que está abriendo las puertas de los laberintos, con paciencia o a patadas, bien porque ha aprendido mucho de la historia del rey cansado o ha hallado alguna flor mística. El Barça de hoy parece un poco más eléctrico porque Tito ya tiene la certeza de que trabaja con dos directores, por separado o la vez, sea Xavi o sea Cesc, el equipo puede ser una orquesta sinfónica o un grupo de rock; de la calidad del primero bastante sabemos y al segundo nos estamos acostumbrando y parece sonar bien. Otros factores también podrían explicar este andar de tres puntos en tres puntos: la vuelta de Villa, el renacimiento de Pedro, indicios de la primavera de Cesc y la brutal regularidad de Messi, Xavi e Iniesta (lesiones de por medio) y Alba y Adriano y la lona estirada y un largo etc.

"Este año hay fuego en sus miradas"
Salen de los laberintos, pero hay algo que resalta: cada paso es vida o muerte. Si bien estos jugadores son prácticamente los mismos de hace cuatro temporadas y la generosidad de sus espíritus sigue siendo incuestionable, esta temporada hay fuego en sus miradas. Será el recuerdo del rey cansado o las coronas perdidas o las cizañeras risas del rey babilonio y su grey lo que les inflama, pero este grupo de jugadores está demostrando unas ganas brutales de ganar. No importa cómo empiecen, si en los minutos finales el resultado no es la victoria, la electricidad sobrecarga los ánimos blaugranas. Apoyados desde el banquillo por un Tito cuyas decisiones sudan épica, este Barça agarra a patadas las puertas de los laberintos como si no hubiera mañana, corriendo el riesgo de desangrarse con las astillas (esas que duelen más sin Puyol, ni Piqué); la grada lo sufre, pero debe aceptarlo porque hay una cuenta que saldar.

El Barça sabe que avanzará, no importa si en algún momento hinca la rodilla. Sabe que a excepción de equipos como el Rayo Vallecano o el Real Madrid (el diferente, cada vez más confiado), pocas veces verá a rivales tan osados o valientes como para enfrentarle de tú a tú. Los laberintos parecen infinitos, pero será en los días claves de la temporada cuando el equipo tenga su verdadera prueba: llevar a su laberinto a quienes le quisieron perder en los propios.

Si la historia le da una oportunidad a este Barça, tendremos nuevamente, frente a frente, a Los dos reyes y los dos laberintos y veremos si al igual que en el cuento de Jorge Luis Borges, el más fiel obtiene su venganza.

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