domingo, 29 de septiembre de 2013

Hay dos que saben a lo que juegan

Siete jornadas, solo siete han necesitado Barça y Atlético de Madrid para escaparse en la tabla clasificatoria. Cinco puntos, que deberían ser siete de no haberse producido el bochornoso desenlace del Martinez Valero hace apenas tres días. La diferencia, a mi juicio, entre unos y otros es clara; Mientras colchoneros y culés aplican sobre el césped un libreto o idea futbolística reconocible y perfeccionada en los últimos años, los madridistas andan sumidos en la indefinición más absoluta, consecuencia principalmente de la salida de Mourinho y la llegada de Carlo Ancelotti.


Al igual que en el F.C.Barcelona, en el banquillo del Real Madrid hay nuevo inquilino. La gran diferencia es que el primero ha venido para dar continuidad y elementos de mejora a una filosofía incuestionable desde hace más de dos décadas, al abrigo de una historia reciente carente de urgencias, mientras que el segundo tiene como misión no solo pacificar un entorno social y mediático en constante estado de ebullición tras la era Mourinho, sino nutrir de títulos a unas vitrinas inusualmente famélicas en los últimos tiempos, amén de dar un giro completo a un estilo balompédico nada vistoso y desde luego, poco ajustado a la que con toda probabilidad, es la plantilla más cara en la historia del fútbol.

Y es que aunque desde el entorno culé se insista en el debate sobre el estilo de juego del Barça, la realidad, o al menos la que un servidor aprecia, es que el equipo sigue tratando de jugar a lo mismo de siempre. Sí, Gerardo Martino introduce, como cualquier técnico, algún elemento nuevo que aporta soluciones en momentos complicados. Ese envío largo diagonal a los extremos para descongestionar o superar presiones avanzadas; alas muy profundas con más centros laterales al área; lateral entrando por carriles interiores; el uso del chut lejano para finalizar jugadas y no dar pie al contragolpe; la recuperación de la presión para tratar de apoderarse del balón en campo contrario; defensa individual y no zonal en los saques de esquina; rotaciones más profundas y significativas en cuanto a nombres se refiere. Como digo, innovación en algunas cosas, recordar conceptos semi-olvidados en otras, pero siempre siendo fiel a un estilo y una forma de entender este deporte, algo por otro lado obligado cuando la plantilla sigue siendo prácticamente la misma que la pasada temporada. El Barça anda en proceso de ajuste, tratando de entender cuando debe usar unas cosas y cuando otras, nada más.

En el Real Madrid la situación es diametralmente opuesta. Ancelotti tiene como misión lograr que el Real Madrid vuelva a jugar a fútbol. Pretende conseguir que su juego gire entorno al balón y que el equipo sea siempre el protagonista independientemente del rival que tenga enfrente. En definitiva, algo que no practica el conjunto de Concha Espina desde la época de los galácticos. Florentino no ha reparado en gastos para lograrlo. Millones y millones de euros invertidos en buenos futbolistas, buenísimos en realidad, como Isco, Illarramendi o Bale. De momento el equipo no se encuentra o no da con la tecla (Özil sabe de eso, de encontrar la llave para dar sentido al juego digo; pero ya no está.) y solo se siente cómodo cuando el rival le permite salir a la contra (Algo que ayer no pasó nunca, gracias al inteligente planteamiento de Siemeone). Illarra está verde o muy verde y en su comparativa con Xabi Alonso pierde y por mucho. Isco ha tenido un buen inicio de temporada, pero de momento solo deja destellos, que han dado puntos eso sí. Su influencía en el juego no obstante aún es demasiado intermitente. En cuanto a Bale, ayer se demostró que aún no está para jugar. Al hilo del galés, si no está para jugar, mejor que no juegue. Ya de por sí supone una presión extra para el futbolista haber costado 100 millones de euros, no quiero ni pensar lo que debe ser saltar al césped sin estar en forma y en una posición en la que por mucho que insistan, no es la suya. Se pierde. Ayer pasó.

Y luego está lo del Atlético de Madrid. El Cholo Simeone ha construido un EQUIPO entorno a la figura de Diego Costa. Un futbolista que ha ido de menos a más en nuestra liga hasta convertirse en una estrella rutilante y el eje sobre el que se mueve el conjunto rojiblanco. No es solo su capacidad goleadora. Son sus movimientos con y sin balón, su entrega, su pelea constante, el como saca de quicio a los defensores. Es su velocidad cuando conduce pegado a la cal, los desmarques de ruptura, su capacidad para proteger el balón de espaldas a portería. Tremendo. A su alrededor una pléyade de excelentes futbolistas que acatan poner su calidad al servicio de un sistema físicamente muy exigente. Arda Turán (Esa barba al más puro estilo Leonidas, acertadísimo no me lo negarán), Koke (jugador diferencial), Villa... aceptan sin reparos que el grupo está por encima del individuo. El Atlético es un acordeón que avanza y retrocede al unísono. Un equipo que juega con las líneas muy juntas y donde la solidaridad resulta clave para crear un grupo casi inexpugnable. La huella que Simeone está dejando en el club del Manzanares será imborrable. Está marcando una época.

Hay liga, por supuesto, pero el Real Madrid ya no solo debe preocuparse de que pinche el Barça, también lo tiene que hacer el Atlético de Madrid y eso ya son palabras mayores. El club colchonero posee esta vez sí una plantilla amplía y lo más importante, la moral por las nubes tras las dos últimas victorias ante el conjunto blanco. El Barça por su parte, sigue a lo suyo, esto es, ganar, ganar y ganar. Ojo que quizá en menos de un mes, esta liga en efecto, ya sea bipolar.

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