domingo, 22 de septiembre de 2013

Reflexiones a vuelapluma sobre el fútbol del Barça

Sigue el Barça contando sus partidos por triunfos. Sigue también sin ofrecer una versión sólida, que no eficaz. De momento Gerardo Martino trata de cimentar su proyecto en el núcleo pesado de la plantilla, ofreciendo rotaciones puntuales. El dibujo no varía respecto a las últimas temporadas, pero sí los movimientos y las intenciones. El debate está en la calle y es inevitable. El Barça ya no es el Barça, o al menos no el de los últimos tiempos. Busca nuevo libreto.


Un servidor vislumbra en el horizonte un equipo capaz de alternar el juego clásico de asociación y posesión, con el juego directo basado en el robo y contragolpe. En principio parece lógico que así sea. La llegada de futbolistas como Cesc, Alexis, Neymar o Song de perfil vertical, invitan a profundizar en alternativas que favorezcan su fútbol. Igualmente, la presencia de los maestros del comúnmente conocido como tiki-taka, obligan a dios gracias, a mantener esa filosofía de juego que tantos éxitos nos ha dado. Así pues, tengo la convicción de que el Tata persigue hacer cohabitar ambos estilos y que uno u otro prevalezca en función del rival o las circunstancias.

Ayer, por ejemplo, ante el Rayo, el Barça optó por un fútbol directo, basado en la presión alta, el robo y la contra. Jémez planteo desde el primer minuto un duelo salvaje en lo físico, con una presión brutal a nuestra zaga, reduciendo espacios, exprimiendo al máximo las reducidísimas dimensiones del estadio de Vallecas. Algunos y no les culpo, aducirán que el balón largo es el recurso fácil para el que no tiene soluciones. Quizás tengan razón, si bien es inevitable circunscribirse al contexto mencionado (Rival, que también juega, dimensiones del campo, estado del césped, permisividad arbitral etc…). Particularmente no veo mal el balón largo cuando iniciar jugada tocando ofrece como resultado la pérdida y la ocasión rival en superioridad (Obligado aún así estudiar por qué ahora se pierden más balones que antes en la salida). Lo que me preocupa es que el balón largo se traduzca en pelotazo a seguir, que es un poco es lo que ocurrió ayer en la primera mitad. Con Pedro, Messi y Neymar de receptores, parece complicado pensar que en esa suerte tengamos las de ganar. Tal vez no hubiera sido mala idea fichar en verano un delantero centro especialista en jugar de espaldas a portería, capaz de caer a bandas y ser allí una solución para los centros diagonales. Un habilitador de la segunda línea. A falta de uno, Neymar o Alexis están realizando esa función. No es lo suyo.

El Barça ayer se divirtió cuando el Rayo acusó la falta de físico. Xavi emergió ahí como director de orquesta. Pedro (Reivindicándose con goles e inteligencia posicional en esas llegadas de segunda línea aprovechando habitar en el lado débil) y Neymar (Para enmarcar su partido de ayer con y sin balón, desmarques, asistencias y la atención que genera y que sirve para liberar algo más a Messi y sobretodo a Pedro) disfrutaron de más espacios. Messi y Cesc dieron un paso atrás para vislumbrar desde el balcón los espacios tremendos a la espalda de los centrales. En el ida y vuelta el Barça siempre resulta demoledor por su pegada y su precisión quirúrgica. No se ganó empujando al rival contra su portería a base de posesiones interminables, sino con presión, y pases profundos e intencionados. Y eso no es malo. Sin embargo la primera mitad debe hacernos reflexionar.

Con la plantilla que hay, el jugar permanentemente al pase largo, es un suicidio. Ayer concedimos demasiado balón y permitimos ataques con el equipo en claro desorden posicional. El Rayo perdonó dos ocasiones claras amén de un penalti salvado por Valdés. Un Bayern o un Madrid nos hubiera finiquitado en un cuarto de hora. La clave está en saber compaginar ambos estilos y usar el recurso cuando resulte eficaz y no como axioma.

Más allá del exceso en la salida aérea, que lo hubo, debe preocupar también la descoordinación en la presión alta, donde alternamos aciertos, como el robo de Song en el primer gol, o el de iniesta en el cuarto, con momentos de desbarajuste, en el que permitimos al rival salir con cierta holgura partiendo al equipo en dos. Igualmente preocupante es ver como la media no llega a juntarse con los cuatro de atrás cuando el rival supera nuestra línea de medios. Ayer Song, nuestro hombre ancla, tuvo que multiplicarse para cubrir las deficiencias defensivas en el repliegue de nuestros dos interiores, Xavi y Cesc. Añadan a eso la poca ayuda de Pedro y Neymar a su lateral. Adriano y Montoya solos ante el peligro. El equipo no juega junto. Avanza y retrocede de manera bastante anárquica. Súmenle a todo ello una línea defensiva demasiado cerca de su propia área. ¿Recuerdan algún fuera de juego del Rayo durante el partido? Pues eso.

Las redes sociales insisten en la debilidad en la posición de central. Yo creo que la defensa es responsabilidad de los 11 que hay sobre el césped y por ahí es por donde está la solución, más allá de que Piqué pueda estar en mejor o peor forma.

En definitiva, sensaciones encontradas. Este Barça alterna durante un mismo partido, momentos brillantes, con otros tremendamente preocupantes. Combina situaciones nuevas, refrescantes y de clara evolución con otras que ofrecen irremediables reminiscencias al final de la pasada campaña (Equipo largo, partido y superado por la presión rival). Edificar sobre triunfos debe servir para que la reflexión sea cabal. El Barça ha mutado a un equipo más terrenal, algo que tampoco debe extrañarnos. Pretender alargar aquel fútbol excelso suena a quimera. Sin embargo, aún en el terreno de los mundanos, el Barça puede ser el equipo más determinante del mundo. Mientras el míster da con la tecla, Valdés y Messi sostienen el transatlántico.

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